Y Rajoy disfrutando del carnaval
El defenestrado líder popular, Alberto Ruiz-Gallardón, en el discurso que pronunció ante la Cofradía del Entierro de la Sardina en la Casa de la Villa de Madrid pronunció, con retranca y meridiana claridad, el siguiente aserto: "Sí, amigos: ha triunfado Doña Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta. Y no queda más remedio que plegarse al triste designio que a los alegres y buenhumorados nos depara. Pero no os deis a la melancolía: sabemos que su victoria es pasajera, porque, en el peor de los casos, representa sólo la mitad de la vida, y dentro de un año, estaremos celebrando de nuevo." La alusión a Esperanza Aguirre, la lideresa del Partido Popular, es inequívoca.
En España hemos asistido a un hecho insólito en política: la lucha fraticida entre dos compañeros de un partido político no para liderar una candidatura sino para ver quién se posicionaba como el número dos de su partido, cuales águilas oteando el horizonte en busca de los despojos de su presa, el conspicuo jefe de filas Mariano Rajoy.
En el caso que nos ocupa cobra sentido la teoría del que fuera primer ministro británico, Wiston Churchill, quien decía que en política había "adversarios, enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido."
En España hemos asistido a un hecho insólito en política: la lucha fraticida entre dos compañeros de un partido político no para liderar una candidatura sino para ver quién se posicionaba como el número dos de su partido, cuales águilas oteando el horizonte en busca de los despojos de su presa, el conspicuo jefe de filas Mariano Rajoy.
En el caso que nos ocupa cobra sentido la teoría del que fuera primer ministro británico, Wiston Churchill, quien decía que en política había "adversarios, enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido."
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