"En términos generales, vemos tres ámbitos en los que los políticos europeos, tanto de los entornos nacionales como del de la Unión, podrían mejorar su rendimiento: los desafíos de ámbito mundial en los que Europa podría mostrar un mayor liderazgo; la creación y mejora del capital humano dentro de la UE y en todo el mundo, y el impulso a la eficiencia de la propia maquinaría política de la Unión.
Europa necesita una agenda global más clara y reconocible. Tiene que desarrollar enormemente su liderazgo en lo tocante al cambio climático, aprobando objetivos más estrictos para la UE, con el fin de utilizar posteriormente su peso económico y comercial internacional para defender en todo el mundo nuevos niveles de emisión que la opinión pública científica pueda considerar sensatos.
En materia de conflictos y de seguridad, Europa tendría que caminar hacia una nueva fase en la que adoptara posiciones más claras, menos ambiguas, sobre cuestiones que van desde la proliferación nuclear a las sanciones contra el régimen militar birmano. El objetivo tendría que ser la consolidación de Europa en el escenario mundial como actor de carácter e imparcial, y no como una "iglesia permisiva" en la que coexisten diferentes credos.
Habría que aspirar a que instrumentos de "poder blando", como son las ayudas al desarrollo de la UE y sus acuerdos económicos, fueran ligados a una conciencia cada vez mayor del alcance político y en materia de seguridad de Europa, que dejara patente su carácter de actor global con el que es preciso contar. Evidentemente, esto comporta que la UE trate de ampliar su concepción transatlántica, de manera que pueda cooperar más estrechamente con Estados Unidos en la definición -y, por tanto, protección- de sus intereses comunes, en un mundo en el que, juntos, no representan mucho más del 10% de la población.
Estos elementos no suponen en modo alguno una crítica global a las iniciativas realizadas por la UE para crear una política exterior y de seguridad común. Pero sí pretenden subrayar algo que muchos europeos saben bien, es decir, que hasta el momento los problemas relativos al desarrollo y los conflictos internacionales crecen a un ritmo que supera fácilmente al de la creación de políticas de respuesta en la Unión.
Para las futuras actividades de la UE, es vital desarrollar el capital humano, tanto en Europa como en el conjunto del mundo. La educación es, con mucho, la inversión más rentable que Europa puede hacer, de manera que tendría que lanzar la estrategia más ambiciosa de su historia para crear una nueva dinámica de conocimiento y empleo dentro de la UE, sin dejar de difundir enormemente la educación en los países más pobres del planeta.
Europa también debe agarrar, de una vez por todas, el toro de la política de inmigración por los cuernos (algo que constantemente han evitado generaciones de dirigentes políticos). Con el fin de que la sed de mano de obra importada de la menguante Europa no choque con el miedo generalizado a las tensiones culturales y el descontento social, es preciso acordar normas de inmigración para toda la UE. No será fácil crear una Europa más justa y multicultural, pero si no abordamos este problema abiertamente pagaremos un precio aún más alto.
De forma muy similar, los Gobiernos de Europa deberían hacer un esfuerzo nuevo y decidido para afianzar entre los europeos la conciencia de que compartimos una historia y unos mismos valores. El desarrollo de una identidad europea más sólida es la base más sensata posible para crear la sociedad multicultural que los demógrafos consideran inevitable."
sábado, 20 de octubre de 2007
Más Unión, más Europa
Más Europa y más Unión
El ex-vicepresidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, y Étienne Davignon, vicepresidente de la misma, publicaron el 18 de octubre una tribunas en El País apremiando a la Unión a liderar el futuro:
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