La plaza mayor (II)
(...) Damos un gran salto hasta el siglo XIX, cuando se producen grandes modificaciones en los edificios de la plaza, que se llamará entonces de la Constitución. En 1818 se iniciaban las obras de construcción del actual templo parroquial de San Pedro Apóstol, que no concluirían hasta 1876, siendo obra neoclásica de los arquitectos Pedro Perfecto Sánchez Ibáñez y su hijo Isidoro Sánchez Puelles. Como curiosidades, decir que se reutilizaron materiales del resto de templos de la localidad que estaban arruinados, motivo por el cual en 1803 se había decidido agrupar a ocho de las diez parroquias de la villa y construir una nueva en el mejor lugar posible, que no podía ser otro que la plaza mayor. La precariedad de la economía y de los materiales impidieron que las torres de la fachada alcanzaran la altura proyectada, un cuerpo superior al que hoy tienen.
En 1880 se inauguraban las nuevas Casas Consistoriales, que tres años después incorporaban una torrecilla y reloj -la que se observa en la imagen fue modificada en 1903-. Al edificio se sumó en las primeras décadas del siglo XX el bello Teatro Coyanza que aumentó carácter lúdico a la plaza que estamos estudiando, sin olvidar que en siglos precedentes ya habría congregado los principales festejos de la villa, procesiones religiosas, corridas de toros, etc. Pero el bellísimo conjunto formado por el Ayuntamiento y Teatro sería destruido en 1972 de manera injustificable por su mal estado de conservación. Al igual que hoy sigue sucediendo, entonces no se escucharon las voces de quienes pedían la restauración de estos edificios insignes para el patrimonio arquitectónico coyantino.
La segunda mitad del siglo XX fue terriblemente negativa para la estética de nuestra Plaza Mayor, denominada desde el golpe militar de 1936 como del Generalísimo. Se lleva a término la destrucción de la Casa Consistorial, sustituida en 1975 por un inexpresivo edificio del arquitecto Ignacio Cañas Represa y del aparejador Mariano Fernández Pérez -el último hoy concejal de urbanismo-. A ello se sumó la erección de un sobredimensionado edificio comercial cuyo volumen y acabado sobresaltan a cualquier visitante.
Los distintos planes de urbanismo aprobados en las últimas décadas no han salvado a la plaza de su progresivo deterioro, si bien han conseguido frenarlo. Los nuevos edificios han incorporado arquerías de ladrillo que devuelven el espacio antes ocupado por los soportales de madera. Estos últimos, desgraciadamente, han ido desapareciendo con el derribo de una espectacular esquina que se conservaba en la Plaza de los Reyes Católicos -antes llamada de las carnicerías, con lo que este nombre denota-, y la recientísima sustitución por metal de los últimos ejemplos de pies de madera de la propia plaza Mayor.
En cuanto a su ornamentación, simplemente decir que a comienzos de siglo la plaza disponía de un magnífico empedrado, para encementarse e incorporar unos jardines centrales con arbolado y farolas en 1946. La última reforma se ha producido en 2002 y consistió en la total eliminación de aquellos jardines, oportunidad que aprovechamos para observar el posible afloramiento de restos arqueológicos que fueron de escasa importancia, siendo esencialmente de épocas Moderna y Contemporánea, sólo destacables y anteriores en los alrededores de la iglesia donde aparecieron algunos enterramientos, seguramente correspondientes al antiguo templo de San Cristóbal.
Javier Revilla Casado es historiador.
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