El legado de Pepe Guayo
El legado de José Pérez Guayo en palabras de Orwell: Luchar por un mundo en que los seres humanos se amen los unos a los otros en lugar de engañarse y matarse los unos a los otros.
Pepe nació en 1921. Su padre, Víctor, era un albañil que no compartía las injusticias de su época, lo que le llevó a militar en la UGT, las Juventudes Socialistas y el PSOE. Su compromiso con las aspiraciones sociales de la República le llevó a formar parte de la corporación democrática de 1936 en Valencia de Don Juan.
El Golpe de Estado desencadenó una brutal represión y Víctor fue víctima de ella junto a otros 13 en un pueblo pacífico como era el nuestro: de la cárcel coyantina a San Marcos para desaparecer el 20 de septiembre de 1936 en Villadangos. Ahí comienza su calvario personal: marginación en forma de represión política, social, moral y laboral. Mantuvo la dignidad de quien conserva sus principios incluso si en ello arriesga la vida: negándose a afiliarse a la Falange y movilizarse al frente para luchar contra sus compañeros republicanos. Su oficio de zapatero le permitió sobrevivir durante toda la dictadura, a pesar de estar “fichado” y bajo sospecha.
Su optimismo sobre el futuro se basaba en su firme creencia en que el progreso humano llegaría avanzando sin dar un paso atrás en esa revolución que supuso la evolución de los derechos civiles, políticos y sociales.
Pepe fue un hombre clave en la transición política local y comarcal. Sin su figura no se podría entender la reconstrucción de la izquierda, tanto en su vertiente política, PSOE, como la sindical, UGT, en unos momentos aún delicados, en los cuales significarse con fuerzas progresistas era sinónimo de valentía porque el riesgo de un posible Golpe de Estado era latente.
Fue el primer Teniente Alcalde coyantino en 1979, una vez celebradas las primeras elecciones democráticas donde el PSOE obtuvo la mayoría absoluta. Las elecciones respondieron a los deseos de cambio del pueblo, después de décadas de apenado autoritarismo. Su zapatería se convirtió en centro de reuniones con compañeros de partido, sindicato y corporación, llegándose a conocer como La Moncloa. Todos ellos recuerdan su carácter afable, su animada y juiciosa conversación y su optimismo sobre el futuro que se basaba en su firme creencia en que el progreso humano llegaría avanzando sin dar un paso atrás en esa revolución que supuso la evolución de los derechos civiles, políticos y sociales.
Pepe nos dejó el sábado a los 93 años. Ya no le podremos ver más en el Casino leyendo la prensa, anhelando esas partidas al dominó, esperando a que alguien entable con él dialéctica política. Tampoco se le verá con su más tierna compañera, Eroti, con la que convivió durante 72 años y que también falleció este mes. Vivieron y lucharon juntos y se fueron juntos. Sin rencor, pero sin poder enterrar dignamente a su padre.
Publicado por Jorge Mateos Álvarez en el Diario de León, el 27 de marzo de 2014
Gracias Jorge por este hermoso articulo sobre Pepe.Lo tendremos en la memoria por siempre,como una gran persona justa,cabal,honrada, firme en sus convicciones y sin rencores.
ResponderEliminarJ.Victor Otero Perez Gutierrez Guayo