sábado, 15 de diciembre de 2007

Investigación histórica sobre el Canal del Esla

150 años del canal

La siguiente información fue publicada por Ana Gaitero el pasado martes 11 de diciembre en el "A fondo" del Diario de León:

"Una investigación financiada por el Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas (Cehopu) del Ministerio de Fomento propone el aprovechamiento hidroeléctrico de saltos de agua en el Canal del Esla y la puesta en valor del patrimonio industrial y natural de su entorno cuando se cumplen 150 años del primer proyecto de esta obra.

El estudio, realizado por el historiador Javier Revilla y la arquitecta técnica Aurora Rodríguez, plantea la creación de un centro de interpretación de este cauce, que tiene casi 45 kilómetros entre Benamariel y Villanueva de Azogue, en Zamora y que ha generado en este tiempo «riqueza y una enorme transformación en la manera de vivir y de entender la agricultura en la zona».

Los saltos «aprovechables», según el informe complementario realizado por Javier González y Joaquín Pérez, son los de Algadefe y Villaquejida, con 7,7 metros de altura y un caudal de 12,78 m3/s (metros cúbicos por segundo) el primero y 7 metros de altura y un caudal de 7 m3/s el segundo. Como el sólo lleva agua 6 meses al año se pueden obtener 479.000 Kwh/año en Algadefe y 262.650 en Villaquejida. Esta producción serviría, como mínimo, para el abastecimiento que requieren las elevaciones de Villamañán, San Millán de los Caballeros y Matilla de Arzón.

Por otro lado, el trabajo estima en casi dos millones de euros el presupuesto necesario para la rehabilitación y puesta en valor del patrimonio que aún conserva el canal, un conjunto de diez construcciones entre molinos, puentes, acueductos y antiguas centrales eléctricas.

Javier Revilla explica que es un «estudio histórico en el que tratamos de rescatar la atribulada memoria del canal antiguo y su transformación en el nuevo a partir de los años 60 tras ser comprado a su último concesionario por la CHD, pero con una visión actual». Para ello han contado también con la colaboración del ingeniero agrónomo Julio Rodríguez Olmo.

El Canal del Príncipe de Asturias, como se bautizó oficialmente el proyecto de 1875, se asentó en su primer tramo sobre una antiquísima infraestructura hidráulica, el cauce artificial del puerto de Benamariel al molino Baeza y que data de antes de 1465, fecha en la que el conde de Valencia de Don Juan construye el canal desde Baeza hasta Villarrabines, para abastecer otros molinos. El canal nunca llegó a regar las 6.000 hectáreas previstas, pues el agua sólo alcanzaba para unas mil hectáreas (el río Esla no estaba regulado) por lo que las disputas pleitos por el agua salpican toda su historia. Los molinos de Valencia de Don Juan, el cauce y malecones de los molinos de Algadefe, los molinos de Villarrabines y Villaquejida y el lavado de ropas en Algadefe son algunos de los pleitos más destacados. Asimismo, incluye la reforma llevada a cabo a partir de 1967 al pasar el canal a la CHD.

Otro serio problema fueron las filtraciones que desde el primer momento afectaron a los pueblos por los que discurría el cauce de tierra. El estudio recoge también los numerosos cambios de propiedad desde que la Compañía Ibérica de Riegos, de capital inglés, quebró.

La «Ría» es el nombre con el que el pueblo bautizó el pomposo Canal del Príncipe de Asturias don Alfonso, aunque a la postre, desde su reforma prefieren designarlo como Canal del Esla. Jacinta Combarros, de 85 años y vecina de Villaquejida, tiene unos recuerdos muy especiales de la «Ría», de la que su padre, Tomás Combarros, fue guarda durante casi 35 años. «Era un cauce de tierra picada en el terreno y criaba mucha oca», señala para explicar una de los trabajos esenciales antes de empezar los riegos, hacia el mes de marzo «Cuando llegaba la campaña de riego, cortaban la Ría en Benamariel y los guardas iban con obreros segando la oca. Con una lata grande y un gancho de hierro para que no se trancara el salto». La operación de limpieza, según recuerda Jacinta, duraba unos tres o cuatro días y cuando daban el agua, «iban todos juntos a esperarla y recorrían la Ría de un lado a otro». Trabajaban de día y de noche -añade- «y venían a casa a buscar la cena que hacía mi madre, María». Cuando terminaban la operación «daban cuenta» al administrador que tenía la oficina en Villamañán.

Para dar los riegos era obligado que los agricultores realizasen una suscripción y su contrato en el que figuraba el nombre de las cuatro fincas lindantes. Se entregaban unas cartillas con tantos cupones como riegos a que tenía derecho el labrador, que para hacerlos efectivos tenía que avisar al guarda: «Mi padre iba abrir la acequia con las llaves porque la compuerta se cerraba con un candado y cortaba el cupón», relata la segunda hija de los ocho hijos e hijas que crió el guarda Combarros con su sueldo hasta su fallecimiento repentino en 1950. En otoño y en invierno, aunque no había riegos, no faltaban los trabajos. «Iban a hacer las ollas para los árboles por este tiempo y en febrero ponían las plantas». En verano los regaban a caldero . «Yo iba también de obrera», recalca Jacinta. Con el tiempo idearon otro sistema para regar los chopos: «Traían una bomba en una barca», añade su primo Isaac.

Cuando la CHD compró el canal había en sus márgenes 56.000 chopos, diez casas de guarda, seis molinos, de los cuales tres estaban arrendados, y aún funcionaban las centrales de Baeza y Benavente, según el estudio realizado para el Cehopu. El canal, al contrario de lo que sucede ahora, traía agua todo el invierno. Precisamente uno de los recuerdos de la Ría que aún le impactan en la memoria es de uno de aquellos crudos inviernos. «Una Navidad avisaron a mi padre de que se había cuajado el agua. Llamó a toque de campanas para coger obreros y entre todos partieron el carámbano con latas gordas porque corría peligro de reventar». Su padre salía todos los días a las siete de la mañana al coche de línea para mandar a Villamañán los partes y los cupones.

«Pero por lo que más se recuerda al canal antiguo es por las remaciones. Desde el principio dieron muchos problemas a los pueblos, especialmente a Villamandos», apostilla Feliciano Martínez Redondo. Sus efectos fueron dramáticos en Villamandos, que tuvo que trasladar su caserío por encima del canal debido al arruinamiento que ocasionaban las aguas. En 1926 se cayó la torre de la iglesia sobre el tejado del templo y hasta la torre de la iglesia. Las reclamaciones del cura párraco acabaron con una indemnización de 27.000 pesetas.

El cronista de Villaquejida ha localizado documentos de 1898, de 1915 y 1917 en los que los alcaldes de la comarca se quejan del «estado deplorable y abusivo» de conservación del canal, a cuya existencia y progreso, recalcan, no se oponen. En 1917, en Villaquejida se «prohiben» los charcos en la vía pública que ocasionaban aquellos que no las fincas dotadas de las regaderas adecuadas para el riego.

Jacinta Combarros recuerda también las peleas por el agua cuando no llegaba más que a Villamandos y los de Villaquejida a verlas venir y con la tierra seca. En su pueblo estaba prohibido lavar en el canal, pero Algadefe pleiteó a principios del siglo XX para conseguir este uso y ganó. En Villaquejida algunos de los usos que se hacía del agua de la Ría fuera del riego era el lavado de las cubas en otoño. También se usaba para dar de beber a las ovejas «a quien lo solicitaba y pagaba porque también pasteaban el canal».

Otra estampa que conserva en su memoria es el paseo anual que el dueño del canal realizaba cada año a caballo para visitar su propiedad hidráulica. A caballo iba también el guarda mayor de Benamariel una vez por semana hasta Benavente.

Uno de los recorridos de ocio y turismo que propone el estudio del Canal del Esla comprende los casi tres kilómetros que distan entre el puerto de Benamariel y el conjunto harinero e hidráulico de Baeza. Se trata de un tramo que conserva el canal del XIX, asentado a su vez sobre un cauce que se remonta a tiempo inmemorial, probablemente a época medieval.

Este tramo originario desaparece en un proyecto de reforma que data de 1994 y que aún no se ha puesto en marcha en el cual se contempla entubar estos primeros kilómetros, al igual que se hace ahora al final del cauce en Benavente, y también dotar al canal de compuertas de regulación de caudal constante.

Las choperas que jalonan las dos márgenes del canal en el tramo de Benamariel al molino de Baeza incrementan su valor paisajístico. Además del conjunto del antiguo molino y la central eléctrica que funcionó hasta los años 60, de Baeza o Guadalesla, el estudio resaltala conservación de algunas infraestructuras de interés como un acueducto de piedra del siglo XIX, cuya rehabilitación e integración en una área de recreo costaría unos 250.000 euros.

Las otras rutas que sugiere el estudio comprenden tramos de interés en Valencia de Don Juan, la vega de Toral y Benavente. Las infraestructuras más costosas de cara a su posible rehbilitación y uso son los molinos de Baeza (casi un millón de euros) y de Valencia de Don Juan, conocido como molino de Las Puentes, que se ha estimado en otro medio millón de euros. Asímismo, el molino de Evaristo, como se conoce popularmente al de Benavente, que se encuentra en mejor estado, costaría unos 300.000 euros.

La memoria también evalúa la recuperación de puentes de ladrillo en Villaquejida y otro de piedra cerca de Benavente por importe de cien mil euros cada uno. Javier Revilla apunta que una de estas infraestructuras podría convertirse en sede de la Comunidad de Regantes y al mismo tiempo ser aprovechada como centro de interpretación del canal, en una comarca que si bien mantiene un alto potencial agroganadero gracias a las cooperativas, vive una gran recesión en cuanto a población agraria. Según el estudio, de más de 5.000 agricultores censados en 1981 se mantienen en la zona un total de 742. El estudio incluye un inventario de más de 50 elementos constructivos e hidráulicos desaparecidos del cauce histórico y cuya documentación es posible gracias a la colección fotográfica de los años 60 que conserva la Confederación Hidrográfica del Duero. Este organismo público rescató la concesión en 1967 y realizó una reforma del cauce y sus infraestructuras de riego, aprovechando sólo en ciertos tramos el antiguo canal. Esta reforma fue la que posibilitó que el canal cumpliera sus objetivos de riego,

El molino de Cimanes de la Vega, cuyos restos fueron derribados el año pasado, es la última «víctima» del abandono de este patrimonio."

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