Majo sirvió al Rey de Inglaterra
Hay
dos clases de procuradores en las Cortes de Castilla y León. Los que
van a representar, reivindicar y defender los intereses de sus
ciudadanos y de su territorio y los que van a perseguir, consolidar o
incrementar los suyos propios.
El
género político en el que Martínez Majo dejará su impronta es el
epistolar. En las últimas elecciones se descolgó con una carta en
la que exponía sus ideas en materia educativa enviada a los niños
del colegio, lo que para la Agencia de Protección de Datos
constituyó una falta grave. Hace 6 años redactó otra destinada al
segmento del electorado menor de 30 años, en este caso fue de
agradecer que no utilizara a menores ni direcciones que a saber de
qué registro obtuvo, pero el fondo de la epístola era igual de
desatinado. Yo mismo recibí la misiva en la cual nos explicaba sus
juergas de juventud y sus comienzos de camarero y nos invitaba a
jugar al futbolín en algún bar de copas si coincidíamos. También
relataba su pasado marcadamente leonesista, pero nos decía que era
mejor estar reivindicando donde se obtenían proyectos y subvenciones
que tachando castillos en las banderas.
La
segunda misiva de estas elecciones, dirigida ya legítimamente al
votante, aseguraba que él iba a compaginar la alcaldía con las
Cortes, comprometiéndose a alzar la voz y defender permanentemente
los intereses de los coyantinos y comarcanos. La intención, que era
loable y merecedora de aplauso, se rebeló falsa desde el comienzo de
la legislatura.
Así,
desde su confortable escaño, ha ido validando todos los recortes que
afectaban directamente al Ayuntamiento de Valencia de Don Juan, así
como a las familias: recorte de las ayudas a las Escuelas de Música
hasta dejarlas a 0, supresión de las ayudas a los padres por llevar
a sus hijos a las escuelas de infancia y un largo etcétera de
agravios con la provincia de León y sus gentes.
Y
desde ese mismo escaño este verano ha practicado doblemente la
genuflexión, convirtiéndose así en el más oportunista de los
procuradores, promoviendo una sonrojante distinción a su superior
Silvia Clemente: la primera hija adoptiva de Valencia de Don Juan.
Lo que no conocen los ganaderos y agricultores de nuestra comarca,
siendo capital su actividad para la fijación de población y el
desarrollo socioeconómico, es ni una sola idea, iniciativa o
gestión que Majo haya realizado en Valladolid en defensa de su
sector.
Además
de agasajar a nuestra ya predilectísima Silvia, acudió a brindar
con el alcalde de Pajares de los Oteros, antiguo compañero de
filas, en el acto siamés pero no menos bochornoso de Óscar López
en la localidad vecina (al cual se le explicó el teorema del burro
y la bodega, que permite al célebre vinatero, y funcionario de
prisiones en sus escasos ratos libres, continuar impunemente por la
senda), al que acudió por aquello que la sabiduría popular
recogida en el refranero aconseja: no tener todos los huevos en la
misma cesta.
El
último hito en su carrera política se ha producido en noviembre,
aprobando un reglamento para prestar un servicio de ludoteca
destinado a las familias que lo que va a conseguir es incrementar los
beneficios del Grupo Norte que ya está obteniendo por gestionar una
escuela infantil sin apenas usuarios -de las 61 plazas solo están
cubiertas 11-. El Ayuntamiento abona anualmente hasta 45.000 € a la
empresa por la prestación del servicio, puesto que el contrato que
firmó hace años Martínez Majo obliga al Ayuntamiento a cubrir la
diferencia cuando la empresa no obtiene los resultados esperados.
Majo
afirmó en sesión plenaria que esta situación que se está
produciendo en la escuela infantil se repetirá al prestar el
servicio de ludoteca, con lo que se generará más déficit que la
empresa, vinculada a los poderosos grupos de poder que pululan por la
Junta de Castilla y León en Valladolid, cubrirá directamente con
los impuestos que pagamos todos los vecinos.
Y
en esas estamos los vecinos, estupefactos al ver que aquella promesa
de ir a Valladolid con el leonesismo útil bajo el brazo se ha
tornado en una suerte de “alpinismo político”, como nuestro
personaje de hoy, Jan, practicaba el social.
Jan, el pícaro
protagonista de la novela Yo serví al rey de Inglaterra, del
checo Bohumil Hrabal, que comenzó su carrera como aprendiz de
camarero, y que, gracias a su oportunismo y una pizca de suerte,
llegó a convertirse en millonario y regentar su propio hotel. Lo que
no se da cuenta Majo es que a veces la fortuna nos puede dar la
espalda, como se la dio a Jan, que vio como, expulsados los nazis de
su país, se implantó el comunismo y, consecuentemente, los
hacendados vieron estatalizadas sus propiedades.
Y conviene recordar que
a él no le ha puesto en la alcaldía ni Óscar López ni Silvia
Clemente, sino los vecinos y que estos dejarán de apoyarle si
entienden que deja de representar sus intereses para defender los
suyos personales. Y, entonces, no habrá epístola o genuflexión que
lo remedie.
Publicada por Jorge Mateos Álvarez en el Diario de León el 3 de diciembre de 2013
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