Te nos fuiste, Alberto, con el sol de mayo entre cantos de
jilgueros, de vencejos en la aurora de tu día amanecido. Te nos
fuiste, Alberto, con tu vida llena de trabajo, de ilusiones, de
esperanzas a cantar himnos de gloria a las alturas, a engrosar con tu
canto los coros celestiales.
¡Qué
presagio de encuentro al infinito! ¡Qué pronta tu andadura al más
allá!
Te
has ido para siempre a otras mansiones, a los vastos dominios sin
aurora de las altas esferas siderales que llenan con su son el
universo.
La muerte rompió el hilo que nos une en afanes dichosos de las
letras, en ritmos melodiosos de poemas que cantan a los hombres en la
tierra.
Ya no pondrás tu pluma en blanco folio. Ni teclearás palabras en
tu página con tu mirada de artista en el paisaje de tu tierra de
Castilla en fértil Duero, de mi tierra de Campos castellana, con tu
mochila al hombro entre papeles camino por la ruta jacobea.
Ya
no podemos compartir la dicha del efluvio melódico del arpa, del
arpegio sonoro del piano, bañándonos de alegría y paz el alma.
Te fuiste pronto con tu vuelo presto en veloz carrera hacia el gran
viaje que nos quiebra el retorno a nuestras vidas.
Te
fuiste para siempre, amigo Alberto, a entonar nuevos himnos a la
altura vasta y plena entre esferas siderales que inundan con su
canto el universo.
Pronto llegaste, amigo, pues la muerte pisa y pasa con su paso aleve
y quedo.
Bernardino
Gago Pérez
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