martes, 27 de enero de 2009

Economistas contra el "fundamentalismo del mercado"

Crisis ideológica en el pensamiento liberal

"Luchar contra la depresión", por Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008
“(...) La afirmación de Friedman de que la política monetaria podría haber evitado la Gran Depresión fue un intento de refutar el análisis de John Maynard Keynes, quien sostenía que, en situaciones de depresión, la política monetaria es ineficaz y que hace falta una política presupuestaria -gasto deficitario a gran escala por parte del Estado- para luchar contra el desempleo. El fracaso de la política monetaria en esta crisis demuestra que Keynes lo entendió a la primera. Y el pensamiento keynesiano está detrás de los planes de Obama para rescatar la economía.

Pero estos planes podrían resultar difíciles de vender. Los informes de prensa dicen que los demócratas esperan aprobar un plan con amplio apoyo de los dos partidos. Les deseo buena suerte.

Lo cierto es que la toma de posiciones políticas ya ha empezado, y los líderes republicanos están poniendo obstáculos a las leyes encaminadas a estimular la economía al tiempo que pretenden ser los adalides de una deliberación prudente en el Congreso, lo cual no deja de tener su gracia, teniendo en cuenta el comportamiento de su partido en los últimos ocho años.

Más en general, después de declarar durante décadas que el Estado es el problema, no la solución, por no mencionar las críticas a la economía keynesiana y al New Deal, casi ningún republicano va a reconocer la necesidad de aplicar a la crisis económica una solución de gasto a lo grande, al estilo Roosevelt.

Sin embargo, el mayor problema al que probablemente se enfrentará el plan de Obama es la exigencia de muchos políticos de que se demuestre que las ventajas del gasto público propuesto justifican sus costes, demostración que nunca se exige a propuestas de recortes tributarios.

Es un problema que Keynes conocía bien: regalar dinero, señalaba, tiende a recibirse con menos objeciones que los planes de inversión pública, "que, al no ser completamente despilfarradores, tienden a juzgarse de acuerdo con principios estrictamente 'empresariales". Lo que se pierde en dichos debates es el principal argumento a favor del estímulo económico, o sea, que en las actuales condiciones un aumento drástico del gasto público proporcionaría empleo a estadounidenses que de otro modo estarían en paro, y dinero que de otro modo se mantendría ocioso, y pondría a ambos a trabajar para producir algo útil.

Todo esto me hace temer por las perspectivas del plan de Obama. Estoy seguro de que el Congreso aprobará un plan de estímulo, pero me preocupa que el plan pueda retrasarse y/o rebajarse. Y Obama tiene razón: realmente necesitamos medidas rápidas y audaces.

Ésta es mi hipótesis de pesadilla: el Congreso tarda meses en ratificar un plan de estímulo, y la legislación que acaba aprobándose es demasiado cauta. Como consecuencia de ello, la economía se hunde durante la mayor parte de 2009, y cuando el plan empieza por fin a surtir efecto, lo hace sólo con fuerza suficiente para frenar la caída, no para detenerla. Mientras tanto, la deflación se instala, y empresas y consumidores empiezan a basar sus planes de gasto en la perspectiva de una economía permanentemente deprimida; y bien, uno puede ver en qué desemboca esto.

Por lo tanto, ésta es nuestra hora de la verdad. ¿Haremos realmente lo necesario para evitar la segunda Gran Depresión?” Suplemento "Negocios", El País, 12/01/2008


"El retorno triunfante de John Maynard Keynes" por Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001

Ahora somos todos keynesianos. Incluso la derecha en Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un entusiasmo desenfrenado y en una escala que, en algún momento, habría sido verdaderamente inimaginable.

Para quienes nos adjudicábamos alguna conexión con la tradición keynesiana, éste es un momento de triunfo, después de que nos dejaran en el desierto, prácticamente ignorados, durante más de tres décadas. En un nivel, lo que está sucediendo ahora es un triunfo de la razón y la evidencia sobre la ideología y los intereses.

La teoría económica se había dedicado a explicar durante mucho tiempo por qué los mercados sin obstáculos no se autocorregían, por qué se necesitaba regulación, por qué era importante el papel que jugaba el Gobierno en la economía. Pero muchos, especialmente la gente que trabaja en los mercados financieros, presionaban por una suerte de fundamentalismo de mercado. Las políticas erróneas resultantes -impulsadas, entre otros, por algunos miembros del equipo económico del presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama- ya antes habían infligido enormes costos a los países en desarrollo. La luz se hizo justo cuando esas políticas empezaron a generar costos en Estados Unidos y otros países industriales avanzados.

Keynes sostenía no sólo que los mercados no se autocorregían, sino que, en una crisis pronunciada, la política monetaria probablemente resultara ineficiente. Se necesitaba una política fiscal. (…)

Con la enorme deuda que deja atrás la Administración de Bush, Estados Unidos debería estar especialmente motivado para obtener el mayor estímulo posible de cada dólar invertido. El legado de subinversión en tecnología e infraestructuras, especialmente del tipo verde, y la creciente brecha entre los ricos y los pobres requieren una congruencia entre el gasto a corto plazo y una visión a largo plazo.

Eso exige la reestructuración de los programas tanto tributario como de gasto. Bajarles los impuestos a los pobres y aumentar los beneficios de desempleo al mismo tiempo que se aumentan los impuestos a los ricos puede estimular la economía, reducir el déficit y disminuir la desigualdad. Reducir el gasto en la guerra de Irak y aumentar el gasto en educación puede incrementar la producción en el corto y largo plazo y, al mismo tiempo, reducir el déficit. (…)

Mientras tanto, es muy poco lo que se está haciendo para ayudar a los bancos que efectivamente hacen lo que se supone que deben hacer los bancos: prestar dinero y evaluar la capacidad crediticia.

El Gobierno federal asumió miles de millones de dólares en pasivos y riesgos. Al rescatar al sistema financiero, tanto como en política fiscal, necesitamos preocuparnos por el "retorno de la inversión". De lo contrario, el déficit -que se duplicó en ocho años- aumentará aún más. (…)

“Hoy, el riesgo es que se utilice y se abuse de las nuevas doctrinas keynesianas para satisfacer algunos de estos mismos intereses. ¿Acaso quienes presionaron por la desregulación hace 10 años aprendieron la lección? ¿O simplemente querrán imponer reformas cosméticas: el mínimo requerido para justificar los rescates de megabillones de dólares? ¿Hubo un cambio de parecer o solamente un cambio de estrategia? Después de todo, en el contexto de hoy, perseguir políticas keynesianas parece incluso más rentable que ir detrás del fundamentalismo de mercado.

Hace 10 años, en el momento de la crisis financiera asiática, se discutió mucho sobre la necesidad de reformar la arquitectura financiera global. Poco se hizo. Es imperativo que no sólo respondamos adecuadamente a la crisis actual, sino que emprendamos reformas a largo plazo que serán necesarias si queremos crear una economía global más estable, más próspera y equitativa.” Suplemento "Negocios", El País, 12/01/2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario