jueves, 11 de octubre de 2007

Razones contra el nacionalismo...

...o, lo que es lo mismo, razones contra el leonesismo

Leíamos ayer (10 de octubre de 2007) con verdadera fruición en el Diario de León una tribuna tiulada "A vueltas con la leonesidad", magistralmente pergeñada por el Doctor en Derecho Isidoro Álvarez Sacristán. Por su claridad expositiva y por su riqueza argumentativa trascribimos partes del ensayo.

En la instantánea de la izquierda se puede observar al premioso ultranacionalista Abel Pardo adoctrinando a sus huestes en las "Xornadas" Nacionales de Formación celebradas en Astorga en el año 2005.

“UN BUEN AMIGO eibarrés, que pasa los veranos en Cistierna, me hizo llegar el libro de Julio de Prado Reyero Un viaje histórico por el alto Esla , con una dedicatoria sugerente y personal : «Astura -luego Esla- viene del vasco aite-ur o lugar de rocas y agua, por lo que los vascos somos los únicos españoles puros». En efecto, así lo cuenta de Prado en la página 13, que Astura «es uno de los vocablos vascos que perduran en nuestra tierra y procede el euskera ast-ura , a saber, peña y agua». Si todo es interpretable nos llevaría reinventar la historia y decir lo que en realidad no existió. Y digo esto porque si se afirma que la lengua leonesa es el idioma del reino de León no se está diciendo toda la verdad histórica. Para su apoyo , Abel Pardo -Diario de León 7-9-2007, bajo el título de «Dottore», que no es exactamente doctor en español- escribe que el habla de la corte de los siglos XIII era el leonés regio. Desde ese siglo da un salto de 700 años y nos lleva a la transición de los años 70 del siglo pasado para compararnos con el bable. Olvida nuestro leonesista que el último rey leonés fue Alfonso IX, cuyos decretos están dictados en latín. Lo que ocurre en todos los siglos venideros sobre la transición de la lengua romance al español es una cuestión que compete a los historiadores; la formación de un idioma es el crisol de numerosas hablas, decires, tradición oral o un sinfín de circunstancias. El leonés -suponiendo que exista una tradición oral- se hace español que al decir de Unamuno -( Andanzas y visiones española s, 76)- «es el León leonés León de Castilla». Queriendo decir que León no es otra cosa que prolongación para Castilla, que la traspasa, en fin. Cuando se trata de volver atrás para proponer un cambio, se apoyan en algo que al menor soplo se derrumba. Nada mejor para los nacionalistas que diferenciarse por el habla. y para ello se vuelve la mirada a la escuela, tergiversando la historia, manipulando las ideas, proponiendo obsoletas tradiciones -reconozco que es una contraditio in terminis- tal la contraposición que se hace por Chao Prieto -El Diario de León 20-9-2007- entre la lengua asturleonesa y el castellano , como si se tratara de una lucha de clases entre el pueblo llano y las que denomina «las clases dominantes», para entrar ya en el plano de la sociología partidista o de enfrentamiento por el habla. (…)

No se puede manejar las mentes vírgenes de los escolares -ni, por supuesto, la del ingenuo y voluntarioso votante- para inculcarles unas historias que repugnan a la mínima advertencia científica. Ya tuvieron ocasión de replicar a quienes puño en alto, reclamaban como día de León el 24 de abril. Réplica de historiadores de la «Universitas Legionensis». No soy experto en la materia, pero la gran obra de García Gallo en el único documento de lo que denomina «La crisis de 1808», referente a León, es el Bando de la Junta de Gobierno de León de 1 de junio de 1808 en la que se declara: 1) que se reasume la autoridad soberana mientras no se reponga al Rey Fernando VII; 2) que cesan en sus funciones todas las autoridades constituidas; 3) que se reciba a las tropas asturianas como defensoras de los derechos comunes; y 4) se declara a la Provincia de León, unida a la de Asturias y demás del Reino a la defensa común y expulsión de los franceses. No se entiende qué tiene que ver la oposición de las autoridades a la invasión francesa con la leonesidad. Como el denominado leonesismo, no tiene otra agarradera que la llingua o la francesada se lanza al aire por si prende en las honestas gentes de León.

Y no solamente esto, sino que se vuelve a propugnar la separación de Castilla. Y cada uno lo interpreta de una forma. Ahora se inventan la birregionalidad. Por de pronto es inconstitucional. El artículo 2 se refiere a «nacionalidades y regiones», en el 137, a «municipios, provincias y Comunidades Autónomas» , para admitir en el artículo 143 que se pueden las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes (...) constituirse en Comunidad Autónoma. Nada se dice -porque es una entelequia- de la «biorregionalidad». Lo de Castilla unida a León no es de ahora, y los nacionalistas que tanto aman la tradición deben saber que esta unión no hace nada más que cumplir los requisitos del artículo 143 de la Constitución.”

1 comentario:

  1. Por su interés, dejo el artículo completo de Isidoro Álvarez Sacristán.

    "A vueltas con la leonesidad"

    TRIBUNA

    FirmaISIDORO ÁLVAREZ SACRISTÁN DOCTOR EN DERECHO


    UN BUEN AMIGO eibarrés, que pasa los veranos en Cistierna, me hizo llegar el libro de Julio de Prado Reyero Un viaje histórico por el alto Esla , con una dedicatoria sugerente y personal : «Astura -luego Esla- viene del vasco aite-ur o lugar de rocas y agua, por lo que los vascos somos los únicos españoles puros». En efecto, así lo cuenta de Prado en la página 13, que Astura «es uno de los vocablos vascos que perduran en nuestra tierra y procede el euskera ast-ura , a saber, peña y agua». Si todo es interpretable nos llevaría reinventar la historia y decir lo que en realidad no existió. Y digo esto porque si se afirma que la lengua leonesa es el idioma del reino de León no se está diciendo toda la verdad histórica. Para su apoyo , Abel Pardo -Diario de León 7-9-2007, bajo el título de «Dottore», que no es exactamente doctor en español- escribe que el habla de la corte de los siglos XIII era el leonés regio. Desde ese siglo da un salto de 700 años y nos lleva a la transición de los años 70 del siglo pasado para compararnos con el bable. Olvida nuestro leonesista que el último rey leonés fue Alfonso IX, cuyos decretos están dictados en latín. Lo que ocurre en todos los siglos venideros sobre la transición de la lengua romance al español es una cuestión que compete a los historiadores; la formación de un idioma es el crisol de numerosas hablas, decires, tradición oral o un sinfín de circunstancias. El leonés -suponiendo que exista una tradición oral- se hace español que al decir de Unamuno -( Andanzas y visiones española s, 76)- «es el León leonés León de Castilla». Queriendo decir que León no es otra cosa que prolongación para Castilla, que la traspasa, en fin . Cuando se trata de volver atrás para proponer un cambio, se apoyan en algo que al menor soplo se derrumba. Nada mejor para los nacionalistas que diferenciarse por el habla. y para ello se vuelve la mirada a la escuela, tergiversando la historia , manipulando las ideas, proponiendo obsoletas tradiciones -reconozco que es una contraditio in terminis- tal la contraposición que se hace por Chao Prieto -El Diario de León 20-9-2007- entre la lengua asturleonesa y el castellano , como si se tratara de una lucha de clases entre el pueblo llano y las que denomina «las clases dominantes», para entrar ya en el plano de la sociología partidista o de enfrentamiento por el habla. Para la transición o el crisol de español, tiene nuestra Universidad los historiadores suficientes para plasmar y llevar la verdad de la leonesidad al mundo el siglo XXI. Lo que se llama leonesismo, es siempre una tendencia costumbrista, pues no otra cosa son los ismos que cambian con los tiempos, con las tendencias, con la moda; sin embargo la leonesidad es una cualidad adjetiva normal y permanente sin comparación alguna. Volviendo a Unamuno, tratar de reconvertir al hombre leonés en un consumidor de leonesismo es «llegar por él a un hombre común, hombre -tipo, pero un hombre esquemático , logrado por la vía de la remoción ( Contra esto y aquello , 124). No se puede manejar las mentes vírgenes de los escolares -ni, por supuesto, la del ingenuo y voluntarioso votante- para inculcarles unas historias que repugnan a la mínima advertencia científica. Ya tuvieron ocasión de replicar a quienes puño en alto, reclamaban como día de León el 24 de abril. Réplica de historiadores de la «Universitas Legionensis». No soy experto en la materia, pero la gran obra de García Gallo en el único documento de lo que denomina «La crisis de 1808», referente a León, es el Bando de la Junta de Gobierno de León de 1 de junio de 1808 en la que se declara: 1) que se reasume la autoridad soberana mientras no se reponga al Rey Fernando VII; 2) que cesan en sus funciones todas las autoridades constituidas; 3) que se reciba a las tropas asturianas como defensoras de los derechos comunes; y 4) se declara a la Provincia de León, unida a la de Asturias y demás del Reino a la defensa común y expulsión de los franceses. No se entiende qué tiene que ver la oposición de las autoridades a la invasión francesa con la leonesidad. Como el denominado leonesismo, no tiene otra agarradera que la llingua o la francesada se lanza al aire por si prende en las honestas gentes de León.

    Y no solamente esto, sino que se vuelve a propugnar la separación de Castilla. Y cada uno lo interpreta de una forma. Ahora se inventan la birregionalidad. Por de pronto es inconstitucional. El artículo 2 se refiere a «nacionalidades y regiones», en el 137, a «municipios, provincias y Comunidades Autónomas» , para admitir en el artículo 143 que se pueden las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes (...) constituirse en Comunidad Autónoma. Nada se dice -porque es una entelequia- de la «biorregionalidad». Lo de Castilla unida a León no es de ahora, y los nacionalistas que tanto aman la tradición deben saber que esta unión no hace nada más que cumplir los requisitos del artículo 143 de la Constitución. Bien es cierto que se pueden achacar descuidos u olvidos por parte del centralismo de Valladolid, pero una unión común debe de ser por definición solidaria, de forma que estén en igualdad de condiciones tanto Castilla como León. Se pudo, por ejemplo instalar las Cortes -de tanta raigambre leonesa- en León. Debió de procederse a que León recobrase alguna de sus instituciones en paridad con Castilla, y tantos otros olvidos. Esta debe ser la reivindicación de los denominados leonesistas. Esa debe de ser la aspiración de la verdadera leonesidad.

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