lunes, 22 de octubre de 2007

El poder blando de los Estados

"Si somos un país humilde, nos respetarán"

Titular: La paradoja del poder norteamericano

Autor: Joseph S. Nye Jr.

Editorial: Santillana Ediciones Generales S.L.

Lugar: Madrid

Año: 2003

Nos equivocamos quienes esperábamos, leyendo este libro, alimentar nuestra capacidad de crítica a la política exterior norteamericana con nuevos e impactantes datos revelados por un académico que ha estado en el corazón del poder estadounidense. Que nadie piense, pues, que Joseph S. Nye va a explicarnos cuál fue la implicación de los servicios secretos estadounidenses a la hora de segar la vida en la Moneda al presidente democrático de Chile, Salvador Allende. Tampoco que nos desvele cómo financiaron al régimen talibán en Afganistán para contener el avance soviético creando al monstruo que acabaría asestándoles un golpe letal el 11 de septiembre de 2001.

Joseph S. Nye es profesor en Harvard y, en los gobiernos de Clinton, desempeñó los cargos de Presidente del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos y Secretario Adjunto de Defensa. El libro se puede leer en dos vertientes. Una primera, estrictamente académica, que entre el poder blando y el poder duro, a la vez que nos explica cómo el proceso de globalización y la subsiguiente revolución tecnológica y de la información afecta a ambos poderes. Y una segunda, en la que propone una política exterior, alternativa al unilateralismo ramplón y pernicioso para los EEUU que pergeñaron los neocons, combinando los dos tipos de poderes, blando y duro, para aumentar el poder de su nación.

Centrándonos en la primera, su teoría está impregnada por la siguiente máxima: en una sociedad globalizada como en la que vivimos, el poder blando otorga a los estadounidenses unos recursos de poder inmejorables, superiores en cualquier caso a los del poder duro. En esa línea coincide con la premisa que enunció George W. Bush en la campaña electoral del año 2000, que le llevaría a la casa blanca tras un polémico y turbio recuento de votos en el Estado de Florida: “Si somos un país arrogante, nos considerarán así, pero si somos un país humilde, nos respetarán”. Nuestro autor se lastima, ya en el 2003, y con razón, porque ese enunciado no se haya trasladado a la política exterior del Gobierno republicano que anida en la Casa Blanca, que ha llevado al resto del mundo a considerar a su país altivo, prepotente e insolente ante los problemas que afectan a todo el globo terráqueo. No es necesario resaltar a estas alturas que la infame aventura norteamericana en Iraq ha revalorizado las tesis de Nye.

Jorge Mateos Álvarez

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