El pasado día 10 nos sorprendió la noticia de la muerte en accidente de tráfico del alcalde de Cubillas de los Oteros, que había ocupado ese cargo durante treinta años para lo cual había necesitado revalidarlo en las siete confrontaciones electorales celebradas desde que se instauró la democracia.
Mucho se ha hablado estos días sobre las cualidades políticas y humanas del alcalde desaparecido por lo que no me parece necesario repetir esas alabanzas ya que, siendo además correligionario mío, amigo de muchos años y compañero no solo en las lides políticas sino en otras preocupaciones que compartimos juntos a lo largo de ese tiempo, mi testimonio no tiene valor al lado, por ejemplo, de esa espléndida página que le dedicó Diario de León al día siguiente.
Voy a señalar, sin embargo, algunos datos que no tienen ese peligro de subjetivismo. Uno es el reconocimiento que Silvestre Cascallana había merecido de los jóvenes de una generación tan alejada de la suya que supo ver en su entrega y sencillez un ejemplo a seguir. Así lo demostraron el año 2004 las Juventudes Socialistas De Valencia de Don Juan tributándole un homenaje espontáneo, caluroso y nacido de un convencimiento y una admiración auténtica. Y otro es que la exaltación de sus méritos ha gozado siempre de algo que hoy es difícil de conseguir y sin embargo él la consiguió en todo momento: la unanimidad de todos los partidos que quedó demostrada en la participación de todos los cargos políticos presentes en su despedida, muchos de los cuales representaban otras sensibilidades diferentes de la que podía significar un alcalde de UGAL en las filas socialistas. Y, entre ellos, Marcelo y Julio, los otros dos alcaldes que permanecen en el cargo desde las primeras elecciones y que, como él, pertenecen a una generación que, antes de aceptar ser incluidos en una candidatura, tenían que sopesar todo lo que iban a perder en tiempo, en vida familiar y hasta en su economía. Hoy sin embargo, me decía alguien ese día, se piensa más, seguramente demasiado, en lo que uno va a ganar dedicándose a la política. Y ese cambio no ha sido bueno para nuestra vida democrática.
Alberto Pérez Ruiz (publicado en Gente de León el 20/02/2009)
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