viernes, 5 de octubre de 2007

...y en las noches charras

Gracias, Carlos

“No sé si sabéis lo que ha sucedido esta mañana. Para aquellos que aún no os hayáis enterado, os diré que ha fallecido Carlos Llamas, el eco de la actualidad”.

Esas fueron las palabras de un profesor que llegó al aula en la mañana del jueves con un semblante triste y una mirada un tanto perdida, qué sé yo si en el último programa que escuchó de Carlos, o quizá en aquel primero que le hizo engancharse a sus palabras como a tantos y tantos nos ha pasado. Su tristeza nos embargó a muchos, y a otros les sirvió para conocer a este gran profesional y compañero de noches.

Todo un ejemplo a seguir para cualquiera que desee dedicarse al mundo de la comunicación. Reconozco que había noches en las que no podía concebir el sueño hasta que Carlos acababa su programa. Hizo de Hora 25 uno de los programas de radio con más audiencia y con más calidad; hizo que, por muy malo que hubiera sido el día, todos sus oyentes nos acostásemos con un buen sabor de boca. Su voz, cercana y cálida, nos hacía un repaso por la actualidad con una ironía excelente, propiciada en muchos casos por su tozudez. Durante dos horas hacía suyos los micrófonos de la Cadena SER y cada rincón de mi habitación. Me arriesgo a decir que incluso podía oler los cigarrillos que fumaba desde el estudio. Cercano y vivaz como muy pocos.

Hay quien dice que lo primero que se olvida de una persona es su voz, pero perdónenme y déjenme llevarles la contraria: tu voz, Charly, no se nos olvidará nunca porque nadie sabe añadirle una hora más al día mejor que tú.

Gracias por acompañarme en la soledad de mis noches charras.
T. G., estudiante de Periodismo

3 comentarios:

  1. "Llamas era sublime porque era soberbio ante los poderosos y humilde ante los iguales; incisivo y escueto frente a los prepotentes y amigo de sus amigos. La última frase que me dijo hace cuatro días, agarrándome fuerte de la mano, fue: `Carni, esto es una putada´.

    Llegamos a entendernos con un cruce de miradas a la sombra de los micrófonos de la SER. En las noches duras de los más crueles atentados y en los días en que el fútbol casi no dejaba sitio a la noticia. Irreverente frente a los superiores, crítico ante las cosas establecidas, pudo haber utilizado el inmenso poder que le daban los micrófonos de Hora 25 para engordar su vanidad y para separarse de los suyos: nadie podrá decir que le emborracho lo más mínimo la fama, el prestigio o el poder que acumuló en el estudio central de la Cadena Ser.

    Hace quince días un amigo me avisó del desenlace. Vine de La Habana sólo para darle un beso. Le tengo que agradecer, además de tantas cosas, que transigió en tenerme en la distancia, cuando le daba tanta gusto que la mesa del estudio de la Cadena Ser fuera una camilla de brasero. No me puedo acostumbrar a su ausencia y a partir de ahora, cada noche, va a ser un poco más oscura." Carlos Carnicero

    "Una amiga común solía decir que para conocer a las personas hay que rascar en la superficie, y que en el caso de Carlos había que rascar dos veces para llegar un poco más hondo. Veías entonces que todo lo que parecía verdad era mentira, descubrías que Carlos era emotivo y sentimental. Era amigo de sus amigos y, como en la ley del barrio, amigo de los amigos de sus amigos. Nunca cometió ese pecado tan periodístico de hacerse amigo de alguien sólo por interés. Disfrutaba con la compañía y encontraba siempre un motivo para el humor. Su pasión por la ironía y su destreza para el sarcasmo le permitían no tomarse nunca nada en serio.

    Salvo el cáncer. Cuando llegó la enfermedad, Charly cambió y nos cambió a todos. Superó su timidez, paradójica para un comunicador de su envergadura, y nos enseñó que en la vida hay batallas injustas. Sus amigos más cercanos creíamos saber más sobre la gravedad de su enfermedad de lo que a él le decían los médicos. Ahora sé que no es verdad, pero ocultaba su angustia porque no quería compasión sino compañía. Nos vimos hace algo más de un mes. Recordamos los años sentados en la misma mesa, la complicidad que construimos en una relación casi conyugal, con sus discusiones y sus reconciliaciones. Me dijo que el cáncer le había permitido descubrir una bondad extrema en sus compañeros. Se emocionaba al hablarme de Agustín, de Ernesto, de Javi, de Luis, de Juan Ramón, me decía con orgullo que en su habitación siempre había gente. Hablamos de las personas a las que debemos lo que somos, jefes de entonces y de ahora, y sin embargo amigos. Le hablé de lo que yo le debo a él. No me dejó.

    Lloramos. Los dos sabíamos que estábamos despidiéndonos para siempre." Javier del Pino es corresponsal en Washington de la Cadena SER y colaborador de EL PAÍS; fue subdirector de 'Hora 25' junto a Carlos Llamas entre 1991 y 1997

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  2. Adiós a Carlos Llamas

    José Martí Gómez: "Charly"

    Desde hace un año, cuando los domingos voy a comprar el pan siempre me para un hombre en la puerta de la iglesia de Santa Tecla, en Barcelona. "¿Qué hace Llamas?", pregunta. Debe tener más de setenta años, viste pulcramente y es muy educado. "Soy un devoto de Llamas desde hace muchos años", me dice.
    Este hombre de conversación culta pide limosna. O mejor dicho, se ofrece en la puerta de la iglesia, sin extender la mano, para que todos los que le conocen le ofrezcan un donativo. "Dele usted recuerdos a Llamas si habla con él y dígale lo mucho que le encuentro a faltar". A Carlos Llamas le hubiese gustado conocerle. Es el tipo de personaje sobre el que le gustaba indagar.

    Carlos Llamas, Charly para todos los que le quisimos, diría que fue una estrella de la radio a su pesar. Lo suyo no era lucir el estrellato. Lo suyo era Canillejas, su barrio de siempre con el bareto de siempre y los amigos de toda la vida hablando del Atlético de Madrid, de sexo y de desventuras, renegando de la cocina moderna y burlándose de los catadores de vino.

    -A mí tráigame un pez- pedía Carlos a los maitres de restaurantes de lujo en los que por razón de su trabajo se veía obligado a sentarse a mesa.

    Hombre parco en autobombo, la noche que su programa estrenó el indicativo "Hora 25, dirige Carlos Llamas", él salió en antena diciendo con ironía "Uuuuuy.... éste soy yo", y cuando en la SER le pidieron que esbozase su biografía personal dejo unas líneas tan escuetas en datos que, si han de trabajar a partir de ellas sus biógrafos, lo van a tener crudo:

    "Nací en 1954, en Zamora, y soy licenciado en Ciencias de la Información. Aunque he colaborado en varias publicaciones, mi trayectoria profesional ha estado siempre ligada estrechamente a la radio. En 1979 entré en el gabinete de la Cadena SER y realicé el programa Caja redonda, en Onda Media. En 1983 me incorporé a radio EL PAÍS y cinco años más tarde llegué a los servicios informativos de la SER, donde dirigí Hora 14. Desde 1992 dirijo y presentó Hora 25".

    Nada sobre el Ondas que ganó por la calidad del informativo que dirigía. Nada sobre el premio Tomás y Valiente obtenido por su defensa de las libertades y los derechos fundamentales. Ni una línea dedicada a rememorar éxitos del programa o, a modo de anecdotario que enriquece una biografía, momentos de duda, de tensión, de búsqueda de la palabra exacta.

    Si existiese un ADN sentimental, el de Carlos Llamas debería recoger los datos de que genéticamente fue gruñón e irreverente y vocacionalmente fue proclive a una vida desordenada. Añadiría que siempre fue feo y, para sorpresa de los que le conocían, sentimentalmente transparente en su madurez.

    Sobre su apertura a la confidencia sentimental, Toñi Fernández, su colaboradora más fiel en Hora 25, asegura que no fue hasta muy tarde, ya en la madurez, que Carlos aprendió a decir te quiero y a expresar sus sentimientos. Agustín Cubillo, al que Llamas definió como su hermano cuando parecía que había vencido la enfermedad, sabe de otro Carlos: el que afrontó con valor las pruebas más duras para vencer el cáncer y, paradójicamente, se estiraba en el sofá de su casa sin poder superar el miedo a las inyecciones que le ponía su esposa.

    La banda sonora de su vida fue Sabina. Su tema predilecto de conversación, el sexo. El oyente al que más quería, Paco Rabal, del que se hizo amigo a partir de la noche en la que el actor telefoneó a Hora 25 para pegarle a Llamas una bronca épica.

    Lo curioso de Carlos, entre las muchas cosas curiosas de una compleja personalidad como la suya, es que siendo desordenado al extremo de que en los viajes no se le podía dejar un billete en sus manos porque siempre acababa por perderlo, anotaba con pulcritud de amanuense los temas que salían a colación en las reuniones en las que con su equipo debatía el guión del programa en sesiones que los lunes empezaban con Carlos llegando tarde y cabreado y los viernes acababan como una fiesta.

    "Ábrete paso a codazos, como si jugaras al baloncesto", les aconsejaba a invitados ocasionales a sus tertulias, acoquinados por la agresividad con las que los habituales se abren paso ante el micro. "A mis tertulianos les pido si no sería posible que una vez al año, sólo una vez al año, me trajesen una noticia", comentaba con su característico fruncido de labios, el sempiterno cigarrillo entre sus dedos. "Esto mi tía Rosario no lo entenderá", argumentaba para rechazar un tema que a lo mejor era bueno pero se le vendía oralmente mal.

    Carlos Llamas no ha llegado a la vejez. Pero quiero creer que al final de su vida, consciente de que esta se iba, se miró en el espejo. Y en ese momento de intimidad en el que se enfrentó a la verdad, en paz y con tranquilidad, con la misma dignidad y valor con la que ejerció el periodismo supo decirse "has hecho de todo en tu vida y ahí acaba tu historia tras haber aprendido la difícil lección de saber decir te quiero".

    José Martí Gómez es periodista

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  3. Aplaudo en primer lugar la idea de dedicar en nuestro blog esta especie de homenaje al desaparecido director de La Hora 25. Y a la vez que me sumo a él porque creo que se lo merecía con creces, quiero hacer alguna aportación a lo mucho que se ha dicho estos días sobre la figura de este gran comunicador cuyos méritos, como suele suceder, resplandecen más después de su muerte.
    La primera reflexión que quiero hacer es que, en contra de los que suele suceder, la pléyade de sus admiradores (entre los que me encuentro) no se la ha regalado nadie, ni siquiera los medios de comunicación que encumbraron más a otros quizás con menos méritos. Muchos de los que oíamos de manera habitual, y casi enganchados al transistor, a Carlos Llamas, lo habíamos descubierto nosotros solos. En lo que a mí me concierne, estuve mucho tiempo extrañado de la poca fama que tenía el que a mi forma de ver era la mejor con diferencia de las “estrellas” de la radio. Después lógicamente el tiempo fue dándome la razón en mis augurios o previsiones.
    Y la segunda observación va sobre su categoría humana y profesional. Que su ideología era de izquierdas no había duda para el que le escuchaba unas cuantas veces. Pero eso no le impedía tener la imparcialidad suficiente para ser respetado por todos (hasta por Carlos Mendo que ya es decir) Y es que tenía dos cualidades que ojalá las tuviésemos todos; una que no era fanático en absoluto y segunda que respetaba todas las opiniones y a todas las personas. Quizás sean dos cualidades relacionadas, una consecuencia o causa de la otra o tal vez dos caras de la misma forma de vivir y de actuar que si abundase más, otra cosa serían nuestros medios de comunicación y nuestra vida social.

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