Análisis de, y alternativas para, nuestras fiestas
Las fiestas de nuevo no valieron nada, salvo el Bo.karoo Dance Festival -de inciativa privada- y la magnífica actuación de los murcianos M-Clan, grupo que ya aplaudimos su contratación en este blog. El resto, nefasto, a nuestro modo de ver. Valencia de Don Juan parece que desde hace años no tiene festejos patronales, y es que en los teóricos días festivos las calles no tienen ambiente alguno. Las causas, múltiples:
La primera, la mala organización. La concejalía debe reservar su tiempo a las ferias y mercados, pues si no lo hace en festejos, o al menos no lo parece. Al ciudadano no le llega la fiesta, al menos no como hace años, en que todos diferenciábamos claramente estas fechas: la música en la calle, no la estridente de algunos locales, sino el ambiente festivo, agradable. Las luces, especialmente de la plaza Mayor y aledaños. Se salía por el centro y se sabía que había fiesta. Las tómbolas y atracciones ponían el colorido ambiental y sonoro a la localidad. Hoy se las ha apartado a la Isla de Majo, cual reclusos a galeras. Pocos se atreven a bajar al río y pasar frío en ellas. Antes las plazas brillaban con luz propia, en la Mayor con las tómbolas y orquestas; en la de los Reyes Católicos (detrás de la parroquia) con atracciones inolvidables como la Barca; en la de Eliseo Ortiz con los caballitos y las colchonetas... No sólo la luz y el sonido, también los olores, los producidos por las churrerías móviles: gofres, nubes, garrapiñadas...
Hoy la organización ‘delega’ muchas veces en las peñas, a quien se encarga organizar pimentadas y sardinadas a cambio de darles un dinero. No nos parece justo ni lógico, y vamos a explicarnos. Está bien que si a iniciativa de una peña se quiere hacer una actividad como una sardinada, el Ayuntamiento colabore con ella en parte de los costos y en la organización. Pero jamás el Ayuntamiento debe arrogarse esa actividad como propia, pues no lo es. Tampoco las peñas pueden acomodarse y convertirse en establecimientos hosteleros particulares durante unos días al año, no lo son, y además compiten deslealmente con los bares y restaurantes que sí pagan impuestos el resto del año. Las peñas nunca fueron una excusa para pedir ayudas económicas al Ayuntamiento y gastárselo en alquilar locales y beber gratis durante dos semanas. Las peñas nacieron como grupos espontáneos que animaban las fiestas escrutando de sus propios bolsillos las charangas y actividades alternativas. Algunas siguen haciéndolo así, y son dignas de aplauso, pero otras muchas, quizás la mayoría, son simples tapaderas de botellones gratuitos, que en nada animan las fiestas (prácticamente no salen a la calle) y sí molestan mucho al vecindario pues ocupan locales no insonorizados y sin condiciones mínimas de habitabilidad y uso.
Desde el Ayuntamiento debe liderarse una reorientación de las fiestas patronales. Y si no hay capacidad para ello (porque creemos que la concejalía es incapaz de tener iniciativa y liderazgo propio) debe dejarse en manos de una Comisión de Festejos ciudadana, anónima y sin ánimo de lucro, como siempre se hizo. Seguro que todo saldría mejor, en la evidencia de que peor y más caro no puede hacerse.
Javier Revilla Casado
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