jueves, 24 de abril de 2008

Federico Jiménez Losantos, el vil comunicador

El escatológico periodista centra ahora sus diatribas en Mariano Rajoy y su nuevo equipo

Hablamos de Federico Jiménez Losantos, el "comunicador estrella" de la COPE (Cadena de Ondas Populares Españolas), emisora de radio cuya titularidad depende de la Conferencia Episcopal.

Desde que Mariano Rajoy anunciara su voluntad de presentarse a la reelección de la presidencia del Partido Popular, el turolense, singular y nocivo personaje donde los haya, ha desplegado su panoplia de adjetivos peyorativos y su arsenal de insultos contra el líder popular y su portavoz parlamentaria, Soraya Sáez de Santamaría.

La beligerante actitud de este periodista respecto a cualquier político que disienta mínimamente de sus montaraces posiciones, su deliberado falseamiento de la realidad y su iracunda determinación de dividir a los españoles en buenos y malos le asemeja a aquellos periodistas del año 1936 en Panamá que, influenciados por opulentos emigrantes españoles, se dedicaban a tergiversar las trágicas informaciones que llegaban desde España, convirtiéndose en activistas de la causa de los sediciosos y en detractores de la legalidad republicana.


El poeta zamorano León Felipe, que se encontraba impartiendo clases de literatura y civilización españolas en Panamá -enviado por una de las juntas culturales auspiciadas por el Estado republicano- decidió regresar a España donde le esperaban "la guerra y la verdad". Preparó una alocución radiofónica Goog Bye, Panamá el primero de septiembre de 1936, palabras de despedida que León Felipe no pudo pronunciar al ser vetado en los medios de comunicación. Hoy las recatamos aquí para definir el periodismo de Federico Jiménez Losantos:

“En estos dos meses que va a tener ya de vida y de muerte la tragedia de España no sólo se ha abusado de la retórica difamatoria sino que se ha creado hasta una difamación especial. Todos los grandes momentos históricos han originado siempre una expresión bárbara, de gestos agresivos, de palabras injuriosas y de gritos desaforados. Y cualquier necio, con unas fauces de energúmeno, se ha subido siempre al primer banco de la plaza pública para ofrecerle una oratoria enconada y purulenta al mejor postor.

Pero hoy con la radio, sin censura, sin escrúpulos y sin pudor, todos los mastines que saben ladrar bien se han convertido en speakers y no sólo propalan con sus aullidos noticias falsas e ignominiosas, sino que las comentan y hasta filosofan y moralizan sobre ellas.

Este oficio vil y monstruoso que ha nacido con la radio tiene ya un nombre simbólico y vergonzoso en la ciudad de Panamá. Con este nombre se designa el acto de ladrar ante un micrófono calumniando los hechos dramáticos de unos hombres que bien podrían cambiar los destinos del mundo y frente a los cuales el historiador de hoy y de mañana guardará una actitud severa, meditativa y reverente. Este nombre implica, además, estulticia, temeridad, venalidad, y soborno del comercio y de la Iglesia. Es siempre un acto ejecutado por un energúmeno a quien si la radioescucha pudiese ver cuando ladra ante el micrófono, observaría que en las comisuras de su hocico hay una baba negra y amarilla.

Los gobiernos y la policía urbana creen que esto es un derecho que tiene todo hombre a expresar sus ideas y que en nombre de la democracia este derecho no se puede prohibir. Yo creo, sin embargo, que el día en que se organice la verdadera sociedad humana, este oficio del speakaer tendrá todas las prerrogativas del viejo sacerdote, del maestro y del poeta. Vendrá una era a la historia -¿por qué no?- en que no existan periodistas venales que hagan pasar por docta su palabra necia y en que las estaciones de radio no estén ya a cargo del que ladre mejor (...)”.

5 comentarios:

  1. Don Manuel Fraga Iribarne, Homo Antecessor Perberensis

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  2. Me parece muy acertada la idea de criticar esa forma de hacer periodismo trayendo a colación ese bello texto de León Felipe. Me parece que con ello estamos superando una forma fácil de hacer crítica que consiste en tu palabra contra la mía. La aportación de tan autorizado testimonio nos demuestra hasta qué punto la historia se está repitiendo de forma que estamos viviendo la foto fija de lo que pasó hace tantos años pero cuyas consecuencias aún perduran.

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