sábado, 31 de mayo de 2008

Manuel Azaña: "La velada en Benicarló" (primera parte)

Desde el punto de vista de vista humano, es un consuelo

Título: La velada en Benicarló, en Volumen 6 de Obras completas (Edición de Santos Juliá), páginas 33 a 92
Autor: Manuel Azaña
Edición: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Mº de la Presidencia
Año: 2007
Lugar: Madrid

"No será un triunfo personal, porque cuando se tiene el dolor de español que yo tengo en el alma, no se triunfa personalmente contra compatriotas. Y cuando vuestro primer magistrado [la conciencia personal] erija el trofeo de la victoria, su corazón de español se romperá, y nunca se sabrá quién ha sufrido más por la libertad de España." De este modo culminaba Manuel Azaña uno de sus memorables discursos de guerra, en este caso el pronunciado el 21 de enero de 1937 en el Ayuntamiento de Valencia. Tres meses más tarde, en Barcelona, el Presidente de la República escribió un vibrante diálogo que protagonizan distintos personajes de la España republicana.

Los diálogos versan sobre los dramáticos hechos que acaecieron en nuestro país: los infundados pretextos que suscitaron la rebelión militar; la invasión, inducida por los facciosos, de alemanes, italianos y marroquíes; las represalias que en ambos bandos segaban la vida de miles de coterráneos; la disyuntiva entre hacer la revolución o ganar la guerra; España como nación y la predilección de los pueblos por la exclusión y aniquilación del diferente.

El discurrir de la plática sirve de excusa a nuestro autor para plasmar sus reflexiones suscitadas por la Guerra Civil española:

Atrocidades cometidas
"Con una diferencia importante. En esta zona, las atrocidades cometidas en represión de la sublevación, o aprovechándola para venganzas innobles, ocurrirán a pesar del Gobierno, inerme e impotente, como nadie ignora, a causa de la rebelión misma. En la España dominada por los rebeldes y los extranjeros, los crímenes, parte de un plan político de regeneración nacional, se cometían y se cometen con aprobación de las autoridades" Claudio Marón, abogado, burgués y de ideología liberal (pág. 42).
La participación extranjera en el conflicto
"El fanatismo político no me domina, como a otros. Quizá sean hoy la mayoría en los dos campos, por efecto de la guerra. Cuantos conservan un poco de buen juicio, estorban. Habrá quien no habiéndolo perdido, disimule por ahora que lo conserva. En el campo rebelde hay gente como yo. A veces pienso en ellos. ¿Qué dirían si la rebelión triunfase con sus medios actuales? Tienen ejércitos alemanes e italianos, sin contar los marroquíes. Cuando esta gente, supliendo la impotencia de la rebelión, se apodere del territorio español, los generales extranjeros se despedirán de los generales españoles: «Ahí hemos conquistado para vosotros la península. Tomadla. Ya podéis mandar y triunfar en ella. Buen provecho». Antes de que cobren la factura, alguno de mis antiguos compañeros irá a reunirse conmigo en el rincón donde entierren a los que se mueren de vergüenza." Blanchart, Comandante de infantería (pág. 45).
Libertad religiosa
"Añada usted, sobre todo en lo que concierne a las mujeres, el horror a las leyes laicas. Les habían hecho creer en el exterminio de la religión, en el reino del anticristo. Creencia compartida, autorizada, por algunos varones de talla, enfermos de ansiedad. Aunque los creyentes seguían oyendo misa, recibiendo los sacramentos y frecuentando los actos del culto; aunque el clero disfrutaba de libertad para atacar a los poderes públicos (la monarquía no se lo hubiera consentido), muchos, las mujeres especialmente, daban más crédito al hechizo de su fanatismo que a la experiencia personal de cada día." Garcés, ex ministro (pág. 50).
Enemigos de la república
"Enumerados por orden de su importancia, de mayor a menor, los enemigos de la República son: la política franco-inglesa; la intervención de la armada de Italia y Alemania; los desmanes, la indisciplina y los fines subalternos que han menoscabado la reputación de la República y la autoridad del Gobierno; por último, las fuerzas propias de los rebeldes. ¿Dónde estarían ahora los sublevados de julio, si las otras tres causas, singularmente la primera, no hubiesen obrado a su favor?" Garcés, ex ministro (pág. 51).
La legalidad frente a la negación de la ley
"Ellos son la negación de la ley, nosotros somos el Gobierno, la legitimidad, la República. Una conducta noble, sin otro rigor que el de la justicia, habría robustecido la autoridad de nuestra causa. Yo estaba en Madrid la terrible noche de agosto en que fue asaltada la cárcel y asesinadas por una turba furiosa algunas personas conocidas. Yo también hubiese querido morirme aquella noche, o que me mataran. La desesperación no me enloqueció... ¡Ingrata fortaleza! El Presidente del Consejo lloraba lágrimas de horror. Razón le sobraba." Garcés, ex ministro (pág. 68)... [Segunda parte]

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