jueves, 5 de junio de 2008

Con la Iglesia, nuevamente, hemos topado

Hipocresía sacrosanta

"¿El Dios del sufrimiento?" Peter Singer, El País, 1 de junio de 2008, pág. 35
"(...) Vivimos en un mundo creado por un dios todopoderoso, omnisciente y absolutamente bueno? Los cristianos así lo creen. No obstante, todos los días nos enfrentamos a un motivo poderoso para dudarlo: en el mundo hay mucho dolor y sufrimiento. Si Dios es omnisciente, sabe cuánto sufrimiento hay. Si es todopoderoso, podría haber creado un mundo sin tanto dolor, y lo habría hecho si fuera absolutamente bueno.

(...) El mes pasado, en la Universidad de Biola, una escuela cristiana en el sur de California, debatí la existencia de Dios con el comentarista conservador Dinesh D'Souza. En los últimos meses, D'Souza ha insistido en discutir con ateos prominentes, pero a él también le costó trabajo encontrar una respuesta convincente al problema que he descrito.

Primero dijo que puesto que los seres humanos pueden vivir eternamente en el cielo, el sufrimiento de este mundo es menos importante que si nuestra vida en este mundo fuera la única que tuviéramos. Eso sigue sin explicar por qué un dios todopoderoso y absolutamente bueno lo permitiría. Por insignificante que sea este sufrimiento desde la perspectiva de la eternidad, el mundo estaría mejor sin él, o al menos sin la mayor parte de él. (Algunas personas afirman que necesitamos algo de sufrimiento para apreciar lo que es ser feliz. Tal vez, pero ciertamente no necesitamos tanto).

A continuación, D'Souza adujo que como Dios nos dio la vida, no estamos en condiciones de quejarnos si no es perfecta. Utilizó el ejemplo de un niño nacido sin una pierna. Dijo que si la vida en sí misma es un don, no se nos hace un daño si recibimos menos de lo que podríamos desear. En respuesta, señalé que nosotros condenamos a las madres que dañan a sus bebés mediante el uso de alcohol o cocaína durante el embarazo. No obstante, ya que le dan la vida a sus hijos, parece que según la opinión de D'Souza lo que hacen no tiene nada de malo.

Por último, D'Souza recurrió, como lo hacen muchos cristianos cuando se les presiona, a la afirmación de que no podemos esperar entender los motivos de Dios para crear el mundo tal como es. Es como si una hormiga tratara de entender nuestras decisiones, por lo insignificante que es nuestra inteligencia en comparación con la infinita sabiduría de Dios. (Ésta es la respuesta que se da de forma más poética en el Libro de Job). Pero una vez que abdicamos así de nuestra capacidad de raciocinio, bien podemos creer lo que sea.

Además, la afirmación de que nuestra inteligencia es insignificante en comparación con la de Dios presupone exactamente el punto que se está debatiendo: que existe un dios omnisciente, omnipotente y absolutamente bueno. Las evidencias que tenemos ante nuestros propios ojos indican que es más razonable creer que el mundo no fue creado por dios alguno. Si de cualquier forma insistimos en creer en la creación divina, nos vemos obligados a admitir que el dios que creó el mundo no puede ser todopoderoso y absolutamente bueno. O es malvado o no es muy hábil."


"Máscaras fueras", Santos Juliá, pág. 12 del suplemento DOMINGO de El País, 1 de junio de 2008

"Para acabar de enredar las cosas, resulta que Madrid es sede de la Conferencia Episcopal Española, propietaria de una cadena de radio que se ha trazado también como objetivo de su misión divina lo mismo que el director de El Mundo de su combate terrenal: aupar y derribar gobiernos. En ningún lugar del mundo puede un radioyente escuchar a un periodista crecientemente sulfurado insultar a una serie de políticos: ¡ratas, ratas, ratas, que sois unos ratas!, ¡miserables, mentirosos!, ¡que sois todos unos ratas miserables y mentirosos! y, a renglón seguido, sin solución de continuidad, las dulces y melifluas notas de una musiquilla celestial convocando a los feligreses a celebrar un triduo a la Virgen Santísima de la Almudena. A eso se llama estrategia de confrontación bañada en la pila del agua bendita, quintaesencia de la impostura clerical.

Unidos en el mismo empeño, la emisora y el periódico se han propuesto, por decirlo rápidamente, cargarse a Rajoy. La embestida es tan brutal y, a la vez, tan medida, que quedará en los anales de la historia del periodismo como un caso único de relación entre medios de comunicación y poder político. Único, porque, con todo lo que ya ha caído, un destacado dirigente del PP se pone al servicio de esta estrategia de polarización, que exige lanzar un torpedo cada lunes por debajo de la línea de flotación de su actual líder, y publica una pieza con el exclusivo propósito de reforzar la maniobra periodístico-episcopal. La incomprensible audacia de Gabriel Elorriaga añade una página más a esta historia de la perversa relación que mantienen con los medios de comunicación los políticos que ejercen su oficio en Madrid.

(...) O sí, quizá haya una: que Ramírez y Losantos, Rouco y Cañizares se despojen de sus máscaras de periodistas y cardenales y salten de una buena vez como actores políticos de primer rango al centro de este teatro de la política madrileña, sostenidos en la probada habilidad táctica de Aguirre y Elorriaga. Ése sí que será un equipo indestructible en el que encontrará el Partido Popular el bálsamo para todos sus quebrantos y dolores."

"Ensoñaciones laicas", Javier Pradera, pág. 12 del suplemento DOMINGO de El País
"(...) La paranoide reacción del cardenal Cañizares ante la noticia de la próxima modificación de la breve ley 7/1980 -promulgada dos años y medio después de aprobada la Constitución- ilustra la agresividad rampante de la Conferencia Episcopal: "Tratan de erradicar nuestras raíces cristianas más propias para avanzar hacia la laicidad".

La madre del cordero son las cuatro secciones del tratado internacional firmado en enero de 1979 entre España y la Santa Sede para modificar el régimen concordatario. Las exenciones fiscales y las ayudas económicas a la Iglesia, las subvenciones a los centros religiosos concertados y la oferta obligatoria de la catequesis católica en los colegios públicos son algunos de los asuntos en juego. La voracidad de la Iglesia convierte en sagradas cuestiones de principio sus conflictos temporales con el Estado: desde el aseguramiento de los privilegios materiales y simbólicos hasta el derecho a vetar las normas que contradigan a su juicio la ley natural de la que sería la exclusiva intérprete.

La Conferencia Episcopal ha exhibido una belicosa intolerancia -manifestada en las calles y en las ondas- contra la política socialista: el matrimonio homosexual, el divorcio exprés, la catequesis católica y el régimen de su profesorado, las investigaciones con células madre, la educación para la ciudadanía, etcétera. Ni la prodigalidad presupuestaria del Gobierno con la Iglesia ni su medroso abandono de la regulación del aborto y la eutanasia le sirvieron durante la pasada legislatura para saciar el apetito de la omnívora cofradía. Esa lección debería enseñar a los socialistas la inutilidad de ceder ante las insaciables exigencias del poderoso grupo de presión episcopal, que esgrime además como escudo protector de sus dobles lealtades ciudadanas un tratado internacional entre el Reino de España y un Estado extranjero. "

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