sábado, 7 de junio de 2008

Robert Kagan - El retorno de la historia y el fin de los sueños (primera parte)

El fin del idealismo

Título:
El retorno de la historia y el fin de los sueños
Autor: Robert Kagan
Editorial: Taurus
Lugar: Madrid
Año: 2008

Francis Fukuyama en su influyente y revulsivo libro El fin de la historia y el último hombre defendió la tesis siguiente: la combinación de la democracia como sistema político y el capitalismo como sistema económico había triunfado. La configuración de todos los Estados se asemejaría progresiva e ineluctablemente al modelo norteamericano, las poliarquías capitalistas florecerían por todo el mundo y la idea kantiana de la paz pepetua sería factible bajo el presupuesto de que las democracias nunca hacen la guerra entre ellas. La mayor parte del pensamiento político y académico de la década de los noventa acarició esta idea.

No conviene olvidar el contexto en el cual se alumbra la hipótesis del triunfo del modo de ver el mundo de la superpotencia norteamericana: el sistema soviético estaba hundido, Rusia era una potencia débil, China se encontraba aislada del concierto internacional tras los sucesos de Tiananmen, Japón sufría una fuerte crisis bursátil, India no había experimentado su revolución económica y la Unión Europea se encontraba puliendo su complejo engranaje institucional.

Rusia, de humillados a soberbios
El desmoronamiento de la URRS sumergió a la Federación Rusa en una crisis en todos los órdenes: político, social y económico. Contemplaron cómo todas las exrepúblicas soviéticas se autodeterminaban y, lejos de quedarse en su esfera de influencia, miraban a la Unión Europea como opción de futuro. Esta anhelaba una transición estable de su vecino del este e inyectó grandes sumas económicas para conseguirlo. La relación entre ambas potencias durante la década de los 90 era asimétrica, siendo la Unión la que tenía poder de decisión sobre los rusos. Para estos supuso una auténtica humillación.

Es ahora, después de un crecimiento económico espectacular y sostenido en el tiempo, cuando Rusia ha conseguido volver las tornas. Sus grandes reservas petrolíferas y gasísticas han posibilitado sanear su balanza comercial y permitido tratar de tú a tú a sus vecinos europeos, ávidos de combustibles fósiles. Esa inversión en las relaciones de poder ha permitido al autócrata Putin volver a una política exterior más agresiva, a intentar recuperar su zona de influencia o, al menos, intentar vetarla a la Unión Europea y a los Estados Unidos. Rusia se está convirtiendo en una despreciable plutocracia, donde unos pocos oligarcas detentan el poder político, social y económico, alejándose de una democracia liberal con una economía de libre mercado que vislumbraba Fukuyama.
China o "emerger abruptamente de forma ¿pacífica?"
Emerger abruptamente de forma pacífica es la máxima de la diplomacia china. Y así será siempre y cuando nadie se inmiscuya en su inconclusa empresa de consolidación interna, es decir, en su propósito de anexionarse Taiwan, territorio donde se refugiaron los miembros del Gobierno de la República de China una vez finalizada la guerra civil. Taiwán, en definitiva, es para los dirigentes de la República Popular China un casus belli.

Las elites autócratas chinas están, a la par que aniquilando cualquier tipo de oposición política al régimen, forjando un moderno y potente ejército, prestando, sobre todo, atención a la flota naval, dado que, a su entender, la soberanía china abarca tres millones de kilómetros cuadrados y de mares. Huelga decir, como se apuntaba, que la incipiente liberalización económica no se ve acompañada de derechos civiles y libertades públicas. En consecuencia, China no parece ser el actor que definitivamente sepulte a la historia facilitando a mil trescientos millones de seres humanos el acceso a los Derechos Humanos más elementales. (...) [Segunda parte]

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