viernes, 28 de marzo de 2008

Karl Rove, el arquitecto de Bush

Las neuronas de Bush

Karl Rove. El arquitecto por Michael Kirk (Frontline, 2005, 55´)

Cuando era pequeño, apenas llegaba a la quincena de años, sus inquietudes eran distintas a la que podía tener cualquier adolescente de su época. Lejos de interesarse por algún deporte o admirar a cualquiera de los ídolos juveniles del momento, su preocupación radicaba en cómo tenía que ser la campaña de los republicanos para superar el escándalo del “watergate” o cómo deberían registrar los republicanos a votantes jóvenes en los censos preceptivos para poder votar. Rove se definía como un republicano conservador, con lo extraño que era por la época que hubiera jóvenes que se identificasen públicamente así.

A pesar de estar en los albores de la vida política ya se había marcado, a largo plazo, un objetivo: como estudiante de historia sabía que los cambios en política llevan su tiempo, por eso su objetivo era conseguir en el futuro reordenar el mapa político de los Estados Unidos de América.

En uno de los seminarios de reclutamiento de jóvenes republicanos, apostó, en medio del descrédito que supuso el “watergate” para el Partido Republicano, por utilizar un “juego sucio” para repeler a los demócratas, además de conseguir unos buenos resultados electorales para el partido. Quizá sea muy importante reseñar estas polémicas declaraciones en una asamblea, que posteriormente tuvieron que ser matizadas por un compañero suyo asegurando que “estaban de broma”, para entender las feroces campañas que realizaron los republicanos, siendo él ya asesor principal de Bush, contra el rival en las primarias republicanas del 2000 Mckain y contra el senador Kerry en las elecciones presidenciales del 2004 a propósito de la participación de ambos en la Guerra de Vietnan y la ostentación que ambos hacían de “héroes” de aquélla fatídica guerra para los americanos, condición que les reportaba un crédito muy importante ante el electorado.

Lo de menos es que los testimonios se ajustasen o no a la verdad, lo importante era que McKain tenía que defenderse y justificarse por “tratar mal a los excombatientes” una vez finalizada la guerra. Karl Rove lo había conseguido, el punto fuerte del adversario estaba en tela de juicio y, como si fuera un Estado de derecho que funciona al revés, McKain ya era culpable, ahora tenía que demostrar su inocencia.

Lo mismo ocurrió en las elecciones presidenciales del 2004 cuando el Senador Kerry declaraba
haber participado en la Guerra de Vietnan, declaración patriótica que el pueblo americano sabría reconocer en las urnas. Nuevamente excombatientes salieron al ruedo a proclamar que Kerry había sido un cobarde y que no tenía mérito alguno del que enorgullecerse de haber participado en el conflicto vietnamita, es más, debería avergonzarse por ello.

Lo de menos en estos momentos marcados por los ataques del ejército de Bush a las posiciones claves del adversario, es conocer si Bush tenía algún mérito militar, si sabía o no pilotar un avión o saber, por ejemplo, a qué se dedicaba mientras sus adversarios se jugaban la vida en un conflicto bélico defendiendo la gran bandera estadounidense en nombre de sus compatriotas. Por aquellas fechas en las que el ejército americano padecía los horrores de la emboscada vietnamita en la que se adentraron, George W. Bush tal vez tenía algún romance con alguna bebida concreta o conducía temerariamente por cualquier carretera de Texas cuando el sol se ocultaba, mientras que por el día, y en virtud del linaje que le proporcionaba el apellido, se entretenía arruinando empresas.

Una constante en las sucesivas campañas que diseñaba el arquitecto de Bush era, como ya apunté, atacar los puntos fuertes del oponente. Así, con este criterio, en 1995, cuando Bush era candidato a gobernar el Estado de Texas consiguió lo que parecía imposible, derrocar a la por entonces gobernadora. Para ello basó su campaña en ataques a la oponente porque tenía afinidades con el colectivo homosexual, a la vez que delimitaba al candidato Bush únicamente a cuatro puntos los temas a los que tenía que circunscribir sus intervenciones: la reforma de la Seguridad Social, la Ley del menor, la educación y la Ley de agravio. Bush tenía que hablar exclusivamente de estos temas, no tenía por qué dar explicaciones de sus zalmerías juveniles con el alcohol, ni de sus conducciones en un estado ebrio ni, por supuesto, a rendir cuentas de su negligente trayectoria como empresario. La única misión que tenía Bush era delimitar el debate en los cuatro puntos que Rove había fijado como claves para obtener un éxito electoral importante. ¿Les recuerda a Mariano Rajoy en los debates electorales?: "Vamos a hablar de terrorismo que es lo que realmente interesa a los ciudadanos..." "Hay muchas políticas sociales, pero la que afecta más a los ciudadanos es la inmigración..."

También merece la pena resaltar cómo Rove intenta buscar “supporters” (personas que se identifican con un partido político) entre un segmento de la población que potencialmente apoyaría con un entusiasmo desmedido al candidato republicano. No era otro sector que el de los religiosos conservadores. Para ello era necesario dibujar a Bush como lo que es: un neoconservador sin complejo alguno. Como gobernador de Texas se dedicó hacer leyes que le reportasen esa fama, leyes restrictivas en temas como el aborto y las células madres. Cuando se presentó a las elecciones Bush prometió una enmienda constitucional para proteger el sagrado matrimonio. El trabajo ya estaba hecho, Rove había analizado a la sociedad y tenía claro dónde se encontraban los potenciales apoyos.

El sueño que tenía Rove de reordenar el mapa político estadounidense se cumplió en el 2002, cuando los republicanos, ostentando la Presidencia de la Nación, lograron ganar las elecciones locales y legislativas, tanto al Congreso como al Senado.

El éxito de Rove es indudable. Y más cuando su compañero de empresa ha sido George W. Bush. En el documental hay dos ideas que se repiten cuando se analizan los sucesivos procesos electorales en los que participa Bush bajo la dirección de Rove en la sombra. La primera, que Bush y Rove formaban un matrimonio perfecto. La segunda que los dos son partes de un mismo cerebro. En el símil del matrimonio es difícil discernir qué rol adoptó cada uno de los contrayentes, pero en el segundo está claro quién aportó las neuronas necesarias para que el viaje no encallara y llegase, finalmente, y con la imprescindible ayuda divina, que aconsejó por igual a Bush dejar la bebida como invadir Iraq, a buen puerto.

El 13 de agosto de 2007 Karl Rove, anunciando su dimisión como Vicejefe de personal de la Casa Blanca, puso fin, muy a pesar de Monseñor Rouco Varela, a lustros de matrimonio.

Jorge Mateos Álvarez

1 comentario:

  1. Aquí en argentina, hay una banda de reggae que me gusta mucho, se llama resistencia, y tiene un tema que le dedican a este señor que está mencionado aquí en el titulo. Dice más o menos así:

    "La masacre ahora es legal si el q mata es Bush
    el mundo no se horroriza si el q mata es Bush
    y se unen las naciones a matar con Bush
    y el resto solo mira como mata Bush."

    te cuento que soy Ana Lucia de http://chiflame.net/, un sitio que creamos con un compa de la facu para ayudar a los bloggers a que puedan conseguir enlaces y aumentar las visitas a sus blogs, un beso

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